Se supone que en esta página tengo que contarte lo bonito que es ser entrenador.
Pero ser entrenador es como todo, tiene cosas buenas y tiene cosas no tan buenas.
Una de las peores cosas de ser entrenador es que la gente no te toma en serio. Si acudes a casa de tus suegros por primera vez y les dices que eres abogado, pensarán que a su hija le ha tocado la lotería, pero si les dices que eres entrenador, se arrepentirán de no haberla mandado a un internado cuando estuvieron a tiempo.
Esa es la parte fea, que la gente de tu alrededor siempre te empujará a que te busques «un trabajo de verdad».
La parte bonita de esta profesión es que consigues que la gente te pague y además que te dé las gracias.
Esto es algo que antes de ser entrenador nunca me había ocurrido. Cuando trabajaba para cualquier empresa, me pagaban pero parecía que el que tenía que dar las gracias era yo.
Y hasta hace unos años, mi vida era así.
Mi carrera como entrenador comenzó con una llamada de una peluquería.
Acababa de regresar de trabajar en Irlanda y me había mudado al pueblo de mi novia.
Sin conocer a nadie, excepto a mi novia, obviamente.
Dije adiós a mi familia, a mis amigos, a mi entorno y me fui a un sitio totalmente nuevo para mi.
Para ese entonces, había empezado a escribir un simple blog que lo llamé fitnessenlanube.com
Desde hace más de 10 años he estado interesado en el mundo del fitness y la alimentación deportiva, y era un hobby que me apasionaba.
Ya tenía cierta experiencia como entrenador, había entrenado a varios amigos, familiares, conocidos y siempre he estado metido en más gimnasios de los que puedo contar.
Y después de escuchar tantas incoherencias y desinformación, me decidí a comenzar ese blog para exponer mis ideas y aclarar las dudas más comunes a las que se enfrentaba la gente.
Por aquel entonces no leía mis artículos ni mi madre, pero al menos el blog estaba ahí.
Cuando me instalé en mi nuevo hogar, lo primero que hice fue hacer lo que hace todo el mundo cuando quiere un trabajo, echar currículums.
Una mañana de finales de verano, recibí una llamada de una cadena de peluquerías.
Me querían hacer una entrevista.
Al día siguiente, me presenté en sus oficinas y hablé con el director. Me hizo una oferta de trabajo para gestionar el departamento de administración.
Media jornada.
480 Euros.
Mi primer impulso fue escupirle a la cara, pero me daba miedo lo que podría pensar la familia de mi novia de mi.
«Vaya señorito»
«Un trabajo con aire acondicionado en verano y calefacción en invierno y les dice que no. Se tendría que venir a trabajar al campo a ver si le gustaba más»
«Conforme están las cosas, ¿¡Quién se habrá creído que es para rechazar un trabajo!?»
Todo esto solo estaba en mi cabeza, claro, pero fue lo que me hizo tragar saliva y aceptar.
Era algo que no quería hacer, pero creía que tenía que hacerlo.
Empezaba la mañana siguiente.
Pasé toda la noche dándole vueltas a la cabeza.
No dejaba de pensar en los 480 Euros.
Menuda ridiculez de salario, pensaba.
Además en una peluquería, que ni conozco ni me interesa el sector.
Si todavía hubiera sido un trabajo en el mundo del fitness…
Y ahí fue cuando por fin até los cabos.
Si el sueldo era tan insignificante, ¿Tan difícil sería poder ganar ese dinero ofreciendo mis servicios online?
Bueno, resulta que me costó más de lo que pensaba, pero ese fue el empujón que necesitaba para rechazar el trabajo.
Así que al día siguiente, fui y dimití antes de haber empezado.
Ese fue el primer día que me sentí entrenador de forma oficial.
Un entrenador sin clientes, pero un entrenador.
Tras rechazar el trabajo, cuando salí por la puerta sentí mucho miedo.
Ahora estaba solo, no había nómina a final de mes.
Además, en aquel momento creía que mi personalidad tampoco ayudaba mucho a mi causa.
Era un entrenador introvertido, discreto y casi alérgico a las redes sociales.
Lo sigo siendo.
Al final aprendí a hacer de mi personalidad mi mayor ventaja competitiva.
Pero eso si quieres te lo contaré en otro momento.
Para terminar…
Con toda esta historia lo que quiero que entiendas es que la llamada de la peluquería solo fue el punto de partida.
Fue el momento en el que decidí convertirme en entrenador online, pero para conseguirlo tuve que aprender una serie de habilidades y tácticas que me permitieran ofrecer mis servicios en un mundo global y ferozmente competitivo.
Lo difícil no fue ser entrenador, lo difícil fue conseguir que la gente me considerara «su entrenador».
Y aquí estoy para contarte todo este proceso, desde esa llamada telefónica hasta ahora, para que puedas aprender esas habilidades que tuve que aprender yo y para que evites los tropiezos innecesarios que yo tuve (y tendré).
Podría haber sido trabajador de una peluquería o entrenador y yo elegí ser entrenador y trabajar en internet.
En esta web te enseñaré a que tú puedas hacer lo mismo.
Como te he dicho antes soy un poco alérgico a las redes sociales, prefiero comunicarme con el email.
Es simple, fácil, barato y me da menos dolores de cabeza que las redes sociales.
Así que si quieres que te cuente más historias para conseguir ser más entrenador y menos peluquero, entonces te puedes inscribir gratis aquí:
Por cierto, a día de hoy, esa «gran» cadena de peluquerías ya ha cerrado. Creo que finalmente tomé la decisión correcta.